VII

Qué delicia el deseo
¡Qué delicia el deseo!
Pieles frescas
Anhelos
Humedades
Vergüenza deleitosa
Indignidad
¡Qué delicia el deseo!
¡Qué delicia!

VI

Escribir me pone triste.
Me revela
Me expone
Me obliga a contemplar lo bello
Sin gafas oscuras
Me muestra el dolor
De la amistad profunda
Los arañazos del amor
De la muerte que nos ronda
Escarba en mis despojos
Desentierra mis pasiones
Y miserias
Me recuerda cómo soy.
Escribir me pone triste.

V

Escribir o morir
Sería la consigna
Pero qué pasa
Si ya estamos muertos.

IV

Qué me importa
Habitar tu deseo:
Tienes lo que te he dado
Nada más.

III

Tus ojos de serpiente lo comprenden
Cuántas cosas has visto
Cuántas ves que yo ignoro:
Las brujas y los duendes
Egipto y los graneros
Los montes y la noche.
Por eso mi tristeza
Es cosa pequeñita:
Se cura con calor
Y una lengua rugosa
En la mano caída.

II

Los periódicos son una tortura
Tengo que leerlos
Y están llenos de sangre
De miseria
De minuciosas descripciones
Sobre cómo roban
Los que pueden
Proclaman el hambre de los niños
Y la venta de zapatos
Con la misma letra
Y el mismo cinismo
Nos sacuden
Nos hieren
Nos insultan.
Igual, nadie los lee.

I

Ha huido el amor
El estremecimiento
La conciencia del aire
El alma obnubilada
Las caricias
El sentido del mundo

Ha huido el amor
Es cómodo el sofá
Donde sola me estiro
Nada me pertenece
Nada me ata
Es cómodo el olvido

El primer paso

Dante, al inicio de su Comedia, nos cuenta cómo, "a la mitad del camino de nuestra vida", todos esos hechos maravillosos le acontecieron. La mitad del camino implica la llegada a la madurez, al punto más alto, desde el que vamos a empezar ahora un recorrido descendente, que nos llevará al olvido. Implica ser capaces de mirar atrás, dede la cúspide; asumir quiénes somos, lo que hemos hecho, reacomodar las cargas, hacer un leve gesto de despedida y seguir adelante.